miércoles, 7 de abril de 2010

Críticas de "La que sepamos todos (Oda a nosotros mismos)" de Rakhal Herrero. Compañía Nacional de Danza Contemporánea





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Espectáculos



Miércoles 07.04.2010

Por una nueva y arriesgada senda



La Compañía Nacional inició su temporada 2010


La que sepamos todos (oda a nosotros mismos). Idea, creación y dirección de Rakhal Herrero. Por la Compañía Nacional de Danza Contemporánea: Luciana Benosilio, Juan Cid, Pablo Fermani, Diego Franco, Virginia López, Daniel Payero, Victoria Viberti, Ernesto Chacón Oribe, Victoria Hidalgo, Bettina Quintá (los tres últimos, directores de la compañía). Músicas (original, cedida y utilizadas): Gastón Taylor, Diego Vainer, José Larralde, Gotan Project, Leonard Cohen y otros. Escenografía e iluminación: Agnese Lozupone. Vestuario: Valeria Cook. Duración aproximada: 60 minutos. En el Centro de Música y Danza, México 564. Funciones: miércoles, a las 20.30 (excepto los días 21 y 28 de abril). Entrada gratuita (se retiran desde una hora antes).
Nuestra opinión: muy buena .
Si así, con esta apuesta, la Compañía Nacional de Danza Contemporánea (antes llamada Cultura Nación) decidió dar inicio a su temporada 2010, bien podría uno creer (y celebrar) que, más allá de la obra de un joven coreógrafo, lo que se vio el miércoles último en la ex Biblioteca Nacional es un nuevo punto de partida para el elenco oficial. Por varias razones: porque el grupo creció en número, se renovó y, aunque salieron dos integrantes valiosos (Wanda Ramírez y Jack Syzard), se sumaron otros con cualidades bien diferenciadas (como Diego Franco, expresivo de los pies a la pelada, un intérprete que viene marcando su huella en la escena independiente); porque, asimismo, la compañía se reorganizó internamente, con una dirección colegiada, un staff de maestros y algunas pautas más habituales para un elenco profesional; porque tras un año de programas mixtos y pequeñas obras dadas con reiteración, se decidió dedicar la función a una única pieza, con carácter de estreno, para la cual recorrieron casi diez meses de trabajo por vías muy distintas a las que venía transitando; porque, finalmente, se animaron a ampliar el espacio escénico a un área mayor de la sala, integrando a la sobria propuesta escenográfica el propio edificio (magnífico edificio, que como sala de espectáculos sigue adeudando unas gradas para tener completa visión); porque el público, aun con el carácter "alternativo" de La que sepamos todos... , dio con su aplauso crédito al riesgo, a los nuevos lenguajes. Podrían señalarse otras razones, pero mejor será ver si es en esta senda más arriesgada, fresca, curiosa, que la compañía continúa el año o si todo lo anterior es una prematura interpretación.
Agridulce y provocadora
Rakhal Herrero (bailarín y actor, coreógrafo y director), el cordobés sub-30 en cuestión, lleva menos de tres años mostrando lo suyo en la escena porteña, tiempo suficiente para evidenciar sus inquietudes y búsquedas, su forma de entender la danza. Por eso la obra que creó para la Compañía Nacional, como sus trabajos anteriores, tiene sabor agridulce, contrastes, chispas pop y esa clase de humor desprejuiciado que hace recordar cuán influenciada está esta generación por Carlos Casella.

La que sepamos todos (oda a nosotros mismos) es una mirada (que no es otra que nuestra mirada) sobre nosotros mismos, desde diferentes perspectivas y todo en simultáneo", dice Herrero en el programa de mano. La frase es suficiente para presentar ese laberinto de emociones llamado obra y dejarse sucumbir por los distintos momentos-estados de ese todo junto, a veces un poco revuelto y otras algo estirado, que en la mayoría de los casos viene lleno de sorpresa y cierta fascinación.
La autorreferencia múltiple (argentino, bailarín, hombre/mujer) está ahí, en el centro de la escena, y en las calles, donde los bailarines descansan, toman agua, se visten y desvisten, a la vista. Cuando despunta la banda de sonido con una versión aletargada de Aurora , cuando Chacón Oribe insiste al micrófono con chistes del estilo "Yo quería paz y Maximiliano, Guerra", cuando una escena viene con payada y la siguiente a caballo, cuando un pas de quatre de cuatro tipos en cuatro patas marca la diferencia con el del célebre Lago? ; siempre, todo el tiempo, hay una que sabemos todos, pero ninguna obviedad. Hay más pasos de ballet en un cuadro de acoso sexual y verbal (Pablo Fermani se las tiene que ver con ese texto que, si amaga a la gracia barrial, enseguida es vulgar y lascivo) que merece una advertencia; hay un momento cachondo alla publicidad de desodorante masculino afloja tensiones. Y hay un final de coreografías grupales, en loop, que crece hasta desencajarse.
El que no apuesta no gana. Con esta obra, la Compañía Nacional apostó.


La Nación / Constanza Bertolini 









Montaje Decadente.











Así como en ronda de amigos nunca falta quien le diga al guitarrero que toque “una que sepamos todos” para que nadie quede fuera del canto, aquí Rakhal Herrero le propone a la Compañía Nacional de Danza Contemporánea interpretar “la que sepamos todos”. Pequeña diferencia: no es alguna entre otras tantas posibles, sino una sola, precisa, puntual. Pero no dice “la que sabemos todos”, como si tuviera certeza de antemano acerca de cuál es esa; no, dice “la que sepamos todos”, o sea, hay que buscarla. O mejor, hay que construirla. Y nos encontraremos (la historia argentina es prolífica en ejemplos) con que la que sepamos todos no será del gusto de todos, porque lo que sabemos todos no nos identifica, no nos deja a todos del mismo lado, sino que nos confronta. Como que si lo que supiéramos todos fuera la puja, la lucha, la convivencia complicada.














Somos como esa nave con la que Herrero abre esta pieza admirable: una nave que avanza unida hacia donde deciden quienes están en proa, los mismos que a la hora de la defección aplastan a los de popa para que el agua no los tape, mientras se oyen –¿como canto de sirenas?– acordes deAurora, aquella canción patria que gastamos en la escuela y que le da nombre al actual rejunte de la intelectualidad reaccionaria. Pero también somos confrontación en asuntos más pequeños, como en el dominio ensayado sobre los animales del campo (si es que no se trata de la peonada reducida a cuadrúpedos), en el acoso del macho que resiste cualquier negativa y hasta ignora la humillación que padece para seguir mostrándose superior, o en el frenético aporte social a la construcción de mitos que nosotros mismos luego hacemos devenir en ansia de destrucción.










Qué potente es este espejo que nos ponen delante Rakhal Herrero y la Compañía Nacional de Danza Contemporánea. Qué fuerte el compromiso no sólo físico, sino también emocional y actoral y político de ese cuerpo. Y qué oportuno que esta compañía siga apostando a generar espectáculos de danza que no se limitan a despertar en nosotros admiración por lo bello y lo virtuoso, dándole a la danza la posibilidad de ser claro y evidente vehículo ideológico, sin que ello signifique desmedro alguno en su calidad estética. Qué fórmula poderosa es esta en la que convergen un creador audaz y un equipo profesional a la altura de sus exigencias. Y hay que decir que esa convergencia es fruto de que ese equipo –que siempre se propone más– se entrega como materia disponible al duro desafío no sólo de otra mirada, sino también de aceptar otros lenguajes y desarrollar nuevas herramientas.







Nada menor es el aporte sonoro, diseñado por el mismo director y con música original de Gastón Taylor. Sonidos variados y una selección musical ecléctica que nos pasea por esa ensalada que va desde el folclore hasta el cuarteto, desde el tango hasta el rock nacional.



















Actualmente, la Compañía Nacional de Danza Contemporánea está formada por Daniel Payero, Diego Franco, Juan Cid, Luciana Benosilio, Pablo Fermani, Victoria Viberti, Virginia López, Bettina Quintá, Ernesto Chacón Oribe y Victoria Hidalgo, siendo estos tres últimos los directores. Es decir, a Bettina, Ernesto y Victoria hay que pedirles que hagan más funciones, en otros días, en otros espacios, que es el Año del Bicentenario y sin dudas su trabajo sobre nosotros mismos es esencial como aporte desde la danza para celebrar y reflexionar.





























Y hablando de reflexionar, tres ideas (absolutamente irreflexivas, pero que me invitaron a pensar) que se me aparecieron apenas terminada la función.








1) Recordé que la resolución 125 no fue la madre de todos nuestros males, que “ella” no inventó el conflicto al imponer retenciones móviles a “el campo”, que Moreno y Saavedra, que Lavalle y Rosas, que chupandinos y pandilleros, autonomistas y radicales, yrigoyenistas y antipersonalistas, peronistas y antiperonistas, Montoneros y Triple A, pueblo y Proceso de Reorganización Nacional. Sí, somos eso todavía. Estamos viendo día a día esa lucha que algunos quieren pasteurizar con eslóganes que llaman a la serenidad mientras urden exclusión y represión.









2) Recordé a Gustavo Cordera, ese lucrador de baratas consignas seudo rupturistas, y lo imaginé vendiendo su imagen de presunto pensador de la realidad nacional mientras cantaba La argentinidad al palo, esa canción hueca que se instaló como comprometida que, a la vez, sigue siendo celebrada por esos seguidores a quienes la Bersuit colma, más que sus gustos musicales, sus conciencias, pues les permiten reconocerse en la débil ética de un tipo que se disfraza delante de sus ojos de denunciante social mientras posa para Caras en la 4x4 sobre las arenas de Punta del Este.









3) Mientras algunos siguen encumbrando la obra de Mauricio Wainrot –pese a que no sale de su esteticismo mudo–, no encuentra techo el fruto del trabajo de las y los artistas que él descartó del Ballet Contemporáneo del San Martín. Y pensando en el conflicto que derivó en la no renovación de contratos, ¿cómo pretender que no haya confrontación, esa misma que en esta obra han sabido reflejar?








Sé que he escrito con un entusiasmo poco habitual. Pero poco habitual es la propuesta de La que sepamos todos (oda a nosotros mismos), riquísima en valores artísticos y también políticos.






Contenido social y baile





"La que sepamos todos..." Por la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.




El primer programa del año de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea -organismo que depende de la Secretaría de Cultura de La Nación- consiste en una única obra creada por el artista cordobés Rakhal Herrero. El conjunto nació en 2009 a partir de un grupo de bailarines contemporáneos de muy sólida formación y trayectoria profesional.
La dirección de la Compañía se constituyó en aquel momento inicial como una dirección colectiva, pero ahora se ha concentrado en tres de los miembros fundadores: Ernesto Chacón Oribe, Bettina Quintá y Victoria Hidalgo. Los objetivos que se planteó la flamante compañía tuvieron siempre un contenido social: no bailar exclusivamente en teatros y para una cantidad limitada de gente, sino también en cárceles, hospitales, fábricas recuperadas, villas. Al poco tiempo de creada, la Compañía Nacional de Danza Contemporánea hizo funciones a beneficio de la ciudad de Tartagal, en aquel momento afectada por las inundaciones.
En este proyecto 2010 la Compañía buscaba algo diferente al repertorio y los procesos que venían haciendo y lo encontraron. Fundamentalmente porque el desarrollo del tiempo de ensayos fue mucho más largo que cualquier proceso de montaje promedio para una compañía oficial. En total, diez meses de trabajo.
"El tiempo -dicen- permitió profundizar en el material, adentrarse en lugares más ocultos. La obra fue madurando, se descartó lo excedente, se encontró síntesis; la obra llegó hasta nosotros y no al revés".
Desde la perspectiva de Rkhal Herrero, La que sepamos todos... "es una mirada (que no es otra que nuestra mirada) sobre nosotros mismos, desde diferentes perspectivas y todo en simultáneo". Agrega: "Es una exposición de lo propio (en general y en particular), nuestra música, nuestros gustos y disgustos musicales, lo argentino, las particularidades de los bailarines, lo patrio, ciertos gestos individuales, ciertos signos nacionales, el macho, la hembra, algunas virtudes, algunas debilidades, lo obsceno y lo sublime... Una mirada sobre diferentes aspectos 'nuestros', conviviendo articulados en una pieza, que no es más ni menos que su proceso. Un proceso paciente y laberíntico, de dedicación, desesperanza y fascinación. Con cambios de rumbo y de bailarines, con cambios superfluos y esenciales. Un proceso rudo, profundo y revelador. Nuestro proceso".
La que sepamos todos... es una obra para nueve bailarines con música original de Gastón Taylor, música "prestada" de Diego Vainer y diseño sonoro del propio Rakhal Herrero. Estrenan este miércoles y continuarán todos los miércoles subsiguientes hasta el 9 de junio, siempre a las 20.30, en la sede de la Dirección Nacional de Música.«
Información:
"La que sepamos todos..." se estrena mañana en México 564, en la sede de la Dirección Nacional de Música. La entrada es libre y gratuita.



Clarín / Laura Falcoff

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